martes, 25 de septiembre de 2012

CRONICA MADRID – SEGOVIA 2012


El gérmen de la Madrid – Segovia se gestó en primavera, tras acabar aquel  Maratón de Barcelona, de infausto recuerdo en lo atlético para mí. Problemas estomacales a partir del  Km 27 echaron por tierra el trabajo de meses, pasando las de Caín para llegar a meta, sin duda,  los momentos más amargos que he pasado nunca en una carrera.

Pese a aquello, inesperado tercer puesto por equipos en categoría mixta, y un buen avío en forma de Pack Mizuno para los tres integrantes,  mis amigos Txamito, Esther y servidora. 

Estaba claro que aquel equipo estaba tocado por la mano de Dios; había nacido en un podio, pese a las adversidades.

Y había que darle continuidad.

Mitad en serio, mitad en broma, alguien sugirió la III Edición de la Madrid-Segovia en uno de nuestros Wassap de grupo. Yo acaba de jurar un divorcio indefinido a todo lo que oliese a sobaco de Filípides, y el comentario me pareció en ese momento estridente, obsceno, un derrapaje en toda regla.

¿Cómo iba yo a plantearme hacer más de 100 kms, si no era capaz si quiera de terminar bien un maratón?

Llegó Mayo y mi querida temporada Tapiera, y con ella mi primera lesión seria. La rodilla izquierda no me dejaba ni trotar. A estas alturas me suelo plantear la temporada venidera: El Cross, los diezmiles, la San Silvestre, las Medias…

Lesionado, da vértigo pensar en la exigente y agónica preparación de todo eso.

Pereza.

Quería recuperarme, pero sobre todo, en mi cabeza planeaba la idea de romper un poco con lo que había venido haciendo cada año, hacer algo diferente.

Un nuevo estímulo al final del túnel, algo que no requiriese estar tan pendiente del crono.
Entonces tomó forma, y se tornó objetivo.

Lo siguiente fue convecer al resto del Felpator´s Team.

Pan comido.

La preparación en sí no ha sido fácil, meter tiradas XXL en verano exige madrugar mucho, y bastante sacrificio. Algunas de ellas en el pueblo (una incluso de 54 km desde Lillo a Chinchón en casi 7 horas), otras sobre el terreno:  Cercedilla – Segovia y Manzanares – Cercedilla, imprescindibles todas ellas.

Otras en la Casa de Campo (recuerdo dos tapias en solitario a mediodía que imprimieron personalidad, y otras dos con Txamito); todo ello creó una base suficiente para plantearte estar en la línea de salida de semejante reto, o al menos la confianza para afrontarlo.

Mucha gente experimentada me dijo que la tirada de 54 sobraba en mi preparación, que no me aportaría nada más que cansancio a un mes de la prueba. Hoy puedo decir que ha resultado vital; aquellas 7 horas en solitario tirando de coco resultaron una antesala de lo que podría encontrarme este sábado, y así fué: durante mucho tiempo viajé solo, y no tuve ni un solo pensamiento negativo porque todo me era familiar, y los momentos en que estuve acompañado, me resultaron por tanto deliciosos.

La mala noticia, a una semana de la prueba. Esther se caía del cartel por fuerza mayor y el equipo de 3 se diluyó cual azucarillo.

La noche anterior no puedes apenas dormir por los nervios. Hay que preparar además estratégicamente algunas mochilas para diversos puntos, cosas que tienes que llevar encima: Barritas energéticas, geles, chuches, frutos secos, isotónico, vaselina…; hay que cuidar minuciosamente cada detalle, una falta de previsión puede dar al traste con tu objetivo. Me fuí a la piltra pasadas las 1:00 AM tras revisar todo varias veces, y había que levantarse a las 5:00  AM. 

En Plaza de Castilla, finalmente con una sola idea en la cabeza.

Pobrecillos, no sabían lo que se les venía encima...
ACABAR.

Acabar la prueba de fondo más exigente, y a poder ser, con una sonrisa.

Saludos con amigos y gente conocida, todos con esa extraña mirada, eufórica, nerviosa e incierta, ante la burrada que se nos avecina. Las previsiones meteorológicas daban 22 – 23 grados y nublado en la zona central del recorrido (la más expuesta), perfecto para correr, a priori. El día amaneció fresco pero soleado desde el inicio, presagio del tostadero que nos encontraríamos algunas horas más adelante, camino de la pista de La Barranca.

Los primeros metros transcurren andando, esperando a que los mil inscritos despeguen. Las bromas se suceden: “Yo ya estoy cansao”, “Animo que ya queda poco”, eran frases habituales.

Tenemos algunos amigos que no están inscritos, pero tienen previsto acompañarnos en algunos tramos: Nemo lo hará en dos sectores (principio y fin), Cristina y Héctor quieren correr hasta Mataelpino (50 km), Noemí quería engancharse desde Manzanares el Real, y a partir de Mataelpino y hasta Cercedilla, Noelia.

Primeros metros junto a Jumping Héctor


Todo un lujo, tener amigos que dediquen su tiempo libre de un sábado a acompañar a una panda de mataos en su locura.

Trotiandando, vamos avanzando. Vamos muy despacio, pero no me preocupa en lo más mínimo: esto es muy largo, y todo lo que ahorre ahora, me vendrá bien para después.
Mi amigo Angelito, con el que he compartido buena base de mi preparación, se va despegando progresivamente. Tentaciones tuve de seguirle, pero decidí quedarme con el grupo.
 
 


Bajada a Tres Cantos, cortesía Cañorroto
Entre risas y chascarrillos, nos plantamos en el primer control (Tres Cantos), Km 15,8. Saludos a Caño y Charo, que esperaban en este punto. El sol ya apretaba de lo lindo, y había que reponer líquidos. Ponemos el primer sellito, y a reponer sales y líquido. Mis compañeros llevan la mayoría mochila Camelback, y se dirigen a una fuente cercana para rellenarla. Había una cola considerable y yo me estaba enfriando, por lo que decido cruzar el puente y adelantarme, como ya teníamos el ritmo cogido, supuse que me alcanzarían pronto.

No fue así.

En realidad incrementé el  ritmo, más o menos a lo que había venido entrenando.

Llegar a Colmenar Viejo no es fácil, porque ves el pueblo a lo lejos estando en alto, luego hay que bajar a una hondonada de chopos y remontar en poco tiempo 200 metros de desnivel, y con 28 grados y más de 25 km en las patas, ya empieza a notarse.

Parada en los Boxes del Polideportivo de Colmenar Viejo (Km 26,8), nuevo sellito y repostaje. Poco después, mis compañeros aterrizan. Aprovecho para sacar de la mochilita que subí al camión, un mini botecito de protección solar del 50, para embadurnarme hombros y cara.
Hay que beber mucho y cada poco, también voy comiendo frecuentemente nueces, pistachos, gominolas, según me apetezca dulce, o salado.

La parte que atravieso ahora es bastante inhóspita y expuesta, hay mucho sube baja, piedras, raíces…, hay que estar muy atento para no darse un galletazo que pueda fastidiarte el objetivo. Voy rapidillo, algunos kms por debajo de 6´, pero sin desgaste aparente. No tengo referencias de Angelito (el hombre que se colocará un sombrero de paja en Manzanares), pero creo estar un poco mejor que él, y deberíamos encontrarnos en algún punto.

Llegada al control del Puente Medieval (+- Km 34), con un sol de narices. Creo que no paré ni dos minutos;  sello, repostaje, aquarius de un trago y palante.

El terreno se va empinando para encarar Manzanares el Real, ese pueblo al que llamo “mi refugio”.

Llegar a las estribaciones de La Pedriza del Manzanares por cualquier medio es siempre espectacular, pero hacerlo corriendo en la Madrid-Segovia, viniendo desde Colmenar, es sencillamente sobrecogedor. Recuerdo en este tramo llevar el MP3, y estar sonando el “Love Thing” de Joe Satriani…, la de cientos de veces que habré escuchado antes esa canción, y ahora la vuelvo a escuchar y no puedo quitarme la imagen de La Pedriza al frente y el Embalse de Santillana a mi derecha de mi cabeza. 

Repostaje en Manzanares el Real, junto a Noemí
Bajadita y recta de asfalto, creo que aquí iba a estar Angela (la mujer de mi amigo Angelito) con sus hijas y mi hijo Adán, mi única familia hoy presente en la prueba, dado que este fin de semana Cris está de curso y tenía imposible venir.  Al final de la recta les veo, el momento de verles es muy especial. Mi hijo me acerca un trozo de fruta, me mira con cara de admiración. Le doy un beso, les digo que voy muy bien, y continúo hasta el siguiente Check Point (Manzanares el Real Km 41,8). Allí me encuentro con más amigos: Garabitas, Canillas, Rita Pels (subidón), entre otros.

Noemí me acompañará en los 8 km hasta Mataelpino, bastante duros por la hora, calor, y porque ya llevo más de un maratón en las piernas. Ella está fresca e imprime de inicio un ritmo que no puedo seguir, le insto a bajarlo un poquillo. En las rampas ya hay que andar para ahorrar energías, todavía queda más de la mitad de carrera y lo más duro.

El tramo se me hace bastante ameno, Noemí es una gran conversadora. Me va contando su experiencia en esta misma carrera hace un año, y me va dando consejos. ¡Hasta me recitó una poesía propia a los pies de La Pedriza, que me puso los pelos de punta !.

Imagináos la situación: ¿Sería posible que alguien os recite una poesía en ese lugar y a esa hora, fuera de este contexto? 

Llegada a la Plaza de Mataelpino (Km 49,8), espectacular el avituallamiento (chocolate, membrillo, fruta, isotónico, bizcochos…). Pero lo mejor fue un caño del que manaba un agua serrana fresquita, que me supo a gloria bendita.

Me despido de Noemí (gracias de corazón), y enfilo el punto chungo del día: La Barranca.
Esperaba encontrarme aquí a Noelia, pero ni rastro. “Que no me toque esta parte solo, por Dios…”

De estas que se me ocurre mirar el móvil (tropecientas llamadas perdidas), y me llama por teléfono: “Estamos en Mataelpino, ¿por dónde vas?”.
Tostadero en Mataelpino

La Virgen de Nuestra Señora de La Barranca se me había aparecido.


“Saliendo de Mataelpino, ¿dónde estás exactamente?”. “En la carretera que va hacia El Boalo, continúa y nos verás seguro”.

Aquello me tranquilizó sobremanera, llevaría compañía en el peor tramo posible. 

La Virgen estaba con El Espíritu Santo (el amigo LuisFer Kiprono). Los 15 kms hasta Cercedilla fueron el mejor recuerdo que guardo de la carrera. Ir acompañado de Noelia (psicóloga clínica y novia de Nemo – psicólogo deportivo), y LuisFer (buena persona hasta decir basta), es lo mejor que puede ocurrirte en cualquier situación, un seguro de vida si te derrumbas…,pero si encima te encuentras con ellos en la Madrid-Segovia camino de la Barranca es entrar en el Nirvana. 
Kiprono de la Vara sus va a crujir vivos



Para colmo, resultaron ser unos frikies de José Mota, personaje con el que me descojono con su sola presencia, así que podéis imaginaros sobré qué versaron los chistes y chascarrillos en la Barranca.



 
Noemí & Malapeich con embalse bucólico pastoril al fondo

Avituallamiento y bajada por Navacerrada, con bucólicos paisajes, fauna local…, en la sillita la reina de estos monstruos que fui montao hasta Cercedilla (km 65), así la gente flipaba diciéndome: “qué bien vas”, oño, es que fue espectacular…, ¡¡¡ para otro año les contrato ¡!!.

Para colmo, allí me entero que mi amigo Carlos Micra acaba de ganar la carrera en 9 horas y cuarto ¡!!. Es alucinante, me alegré tanto como si hubiese ganado yo.






Llegada a Cercedilla junto a los Santos foto cortesía Carlos Velayos

La parada más larga sirve para saludar a todos los amigos que se desplazaron al Polideportivo de Cercedilla, fue increíble el despliegue…, prefiero no nombrar a ninguno para no dejarme a nadie, sería injusto. Sólo puedo deciros a tod@s ¡¡¡ GRACIAS por estar allí ¡!!, rellené mi morral del avituallamiento más valioso: Los ánimos necesarios para continuar la aventura, todavía me quedaban 36 kms por delante con un puerto de montaña, en cuya subida me caería la noche con toda seguridad.

Abracé y besé con fuerza a mi hijo.

Aprovecho para meterme en vestuarios y cambiarme totalmente de ropa, comer algo del paellón gigante que hizo la organización, me supo a gloria poder comer algo caliente y sólido. 

Y a desí ar mundo entero yiooooo, yo soy minero !!!
Me preparo para la noche.

Algunos de mis compañeros van llegando con cuentagotas, todos con el gesto del esfuerzo hasta ese momento, van contando su hazaña, mientras dejan caer sus maltrechos cuerpos para descansar.

Me pongo la camiseta Tapiera recién sacada del horno, con los logos de mi empresa cosidos in extremis por mi querida suegra para la ocasión, me despido de la gente y pongo la directa, rumbo al puerto de la Fuenfría.

Mi estado físico es inmejorable, y mi estado mental es de euforia absoluta. Son casi las 7 de la tarde, el calor ha pasado, y toca predisponerse mentalmente a superar los más de 600 mtrs de desnivel que restan hasta enfilar Segovia.

Salgo de Cercedilla con Arturo, un voluntario que ya ha subido y bajado la Fuenfría varias veces en MTB, dando ánimos e indicando el camino a los corredores. Agradecí muchísimo su compañía hasta pie de puerto. 

A partir de ahí, los elementos y yo.

Mis piernas, respiración, las duras rampas, las coníferas, lechuzas, algún jabalí que se cruzó…, y mi determinación de seguir adelante. Disfruté como nunca de los colores y olores del crepúsculo, el ocaso en plena ascensión por este lugar tan especial es algo indescriptible, una situación que viviré pocas veces, y que se me quedará grabada para los restos. 

A 3 kms de cima, ya es noche cerrada. Enciendo ahora lo que necesito del material obligatorio (luz frontal y luz trasera), el resto de material (manta térmica y silbato), espero no tener que abrirlo.

Mie-di-to
La escena en este punto es muy curiosa: Miras hacia atrás, luces blancas. Miras hacia adelante, luces rojas intermitentes, hace frío… la situación parece la de haber bajado de una nave espacial y estar corriendo junto a otros astronautas por la cara sombría de la superficie de un planeta desconocido.

De vez en cuando, dos luces refulgentes en la oscuridad…, hasta que te acercas y te das de bruces si no te apartas con alguna inmensa y cornuda vaca negra en medio del camino, más fauna local.

Fue en este punto donde llamé a mi amigo Nemo, quien había quedado en acompañarme desde cima hasta meta. Él había salido con nosotros por la mañana, llevado a Noelia a Mataelpino por la tarde, estado con nosotros en Cercedilla…, y después de eso subió hasta Navacerrada, corrió el Camino de Schmidt unos kilómetros en absoluta soledad y oscuridad, para llegar a la cima de la Fuenfría y encontrarse conmigo.

Yo no sé cómo definirlo exactamente, pero entiendo que todo eso se hace por alguien a quien has de apreciar mucho.  Es increíble los lazos que pueden llegar a establecerse con alguien a quien sólo conoces desde hace tan sólo 4 años, pero él y yo sabemos todo lo que hemos vivido y compartido, que es muchísimo.

Gracias de corazón hermano, por estar allí aquel día para mí.

Llamé como decía a Nemo (acojonado en primera instancia porque sólo había una raya de cobertura):

“Estoy a 3 kms Jose, me lo acaba de decir un voluntario. Calculo que tardaré 20 minutos, voy muy despacio”.

Fue más de media hora finalmente, lo que tardé en coronar. 
Sellando en la Fuenfría

Algunos voluntarios y dos amigos, Jorge y Jose

Fué como salir del  Sputnik y encontrar familia en la Luna.

Hay caldito, y algunas magdalenas en el punto de avituallamiento. Le pego un par de bocados a una, pero no me entra nada. 

Soy de los que piensa que hasta el rabo todo es toro, y hasta que no ves la bandera a cuadros, no has llegado. Pero estando arriba del todo, y llevando en ese punto 80 kms recorridos, es cuando tomo conciencia de que lo voy a terminar seguro.

Además, tendré a Nemo a mi lado durante 22 kms como acompañante de lujo.

Con mi amigo en pleno descenso
La pedregosa bajada de la calzada romana, de noche y con las piernas tocadas, es peligrosa. La conozco de un entrenamiento, e indico a Nemo el ir andando un poco en este tramo, hasta que pase la parte más difícil. La amena charla con él, hace que los primeros kms vayan pasando apenas sin darnos cuenta. Llega una parte de asfalto bastante corrible, y aprovechamos para avanzar.


Alumbrando el camino
Llevo las piernas muy cargadas a a estas alturas, y no puedo correr más de tres minutos seguidos. No estaba lesionado, no tenía ampollas, pero sí me daba la impresión de tener palos de cerilla por fémures, y que en cualquier momento se quebrarían, y que Paquito Malagueta quedaría desperdigado, hecho añicos por la Fuenfría.


 
Un hombre y un destino
Seguimos avanzando unos kilómetros más, corriendo y andando hasta llegar al último sellado: Km 91 La Cruz de la Gallega. Aquí cogí un par de botellas de agua que nos embolsamos, para poner rumbo a Segovia, la cual ya divisábamos en lontananza.

Quedan unos 11 kms, muy peligrosos por lo quebrado y pedregoso del terreno. 

Sólo nos queda un empujoncito más, y ya estamos…!!! 

Esta parte es un reguero de gente, que empieza a correr, sin ya pies ni cuerpo, espoleada únicamente por la cercanía de Meta.

Incertidumbre en algunos tramos, no muy bien señalizados.

Segovia al fin !!!
Entramos por fin a Segovia, me quito el frontal y la trasera, empiezo a correr.

No puedo ir rápido, es imposible. Mis músculos están acortados y mis pasos son los de una anciana decrépita…, me duelen ya hasta las pestañas, pero sonrío.

Es lo que deseaba por la mañana:  ¡¡¡ Entrar en Segovia sonriendo ¡!!, mi fiel amigo Nemo inmortaliza el momento.

Callejeo por Segovia, la entrada en meta es muy espaciada de un corredor a u otro, y eso permite que cada uno tenga su momento de gloria exclusivo. 

Metaaaaa !!!
Entrada por la Calle de la Vida y La Muerte, ¡vaya nombrecito para terminar esta prueba !, la que te lleva derecho al Acueducto Romano. En los balcones hay gente apostada desde por la tarde, jaleando y animando a todos y cada uno de los que vamos llegando. Hay también gente en las inmediaciones, haciendo pasillo. Cuando se acerca un corredor, hay un ligero murmullo, que estalla cuando aparece… 150 mtrs, ¡¡¡ ya veo el Acueducto… !!, he llegado hasta aquí sólo con mis piernas y mi cabeza, 102 km y 16 horas y 37 minutos después… LO HE CONSEGUIDO ¡!!!, a la una y media de la madrugada, cruzo victorioso el arco con dedicatoria a Cristina, mi mujer, besando mi anillo.

A continuación, caras conocidas pese a las altas horas:  Piedad, Carlitos, Cris Morell, Noelia, LuisFer, Angelito (el hombre de paja), quien se bajó inteligentemente en Cercedilla… GRACIAS  a todos ellos por estar allí para nosotros.
Misión cumplida: Gracias a tod@s

El bocadillito de jamón serrano cutre (que me supo a caviar iraní), y los abrazos de mi gente, me hicieron reponerme casi de inmediato, pero no lo suficiente como para ir a recoger la mochila al polideportivo (700 mtrs en cuesta arriba)…, menos mal que Piedad y Noelia fueron a recogérmela. 

Ellas no eran del todo conscientes, pero creo que es el mejor favor que me han hecho nunca ¡!!!

Poco más tarde, el resto de la Expedición: Txamito, Zero, Sandp y ….Héctor, quien se cascó finalmente los 102 sin tenerlo planificado y sin dorsal ¡!!

Emotiva la entrada y los abrazos de todos ellos: FELICIDADES, CHICOS.

Después de aquello, merecida cervecita y pal Hotel. No os cuento como caí a la cama, por poco la destrozo.

El día siguiente fue el de no poder bajar escaleras, el de andar como las muñecas de famosa, y que la gente se dé codazos señalándote y riéndose.

Pero el cochinillo y los judeones de la Granja cayeron con total impunidad, y saben mejor.

Mucho mejor.

Me preguntan si repetiré la experiencia. 

Sólo hay una cosa que eché en falta; abrazar a mi mujer tras el Acueducto; un beso al anillo de casado es un acto tan frío como manido.

Así que no me queda más remedio que repetirlo en 2013, para poder cerrar el Círculo.

Sono pazzi questi romani (Están locos estos romanos), que diría Obélix.

Bendita locura.

Por eso construyeron un Acueducto.

A falta de foto oficial, montaje de mi amigo Canishas

Saludos y hasta la próxima.