El gérmen de la Madrid – Segovia se gestó en primavera, tras
acabar aquel Maratón de Barcelona, de
infausto recuerdo en lo atlético para mí. Problemas estomacales a partir
del Km 27 echaron por tierra el trabajo
de meses, pasando las de Caín para llegar a meta, sin duda, los momentos más amargos que he pasado nunca
en una carrera.
Pese a aquello, inesperado tercer puesto por equipos en
categoría mixta, y un buen avío en forma de Pack Mizuno para los tres
integrantes, mis amigos Txamito, Esther
y servidora.
Estaba claro que aquel equipo estaba tocado por la mano de
Dios; había nacido en un podio, pese a las adversidades.
Y había que darle continuidad.
Mitad en serio, mitad en broma, alguien sugirió la III
Edición de la Madrid-Segovia en uno de nuestros Wassap de grupo. Yo acaba de
jurar un divorcio indefinido a todo lo que oliese a sobaco de Filípides, y el
comentario me pareció en ese momento estridente, obsceno, un derrapaje en toda
regla.
¿Cómo iba yo a plantearme hacer más de 100 kms, si no era
capaz si quiera de terminar bien un maratón?
Llegó Mayo y mi querida temporada Tapiera, y con ella mi
primera lesión seria. La rodilla izquierda no me dejaba ni trotar. A estas
alturas me suelo plantear la temporada venidera: El Cross, los diezmiles, la
San Silvestre, las Medias…
Lesionado, da vértigo pensar en la exigente y agónica
preparación de todo eso.
Pereza.
Quería recuperarme, pero sobre todo, en mi cabeza planeaba
la idea de romper un poco con lo que había venido haciendo cada año, hacer algo
diferente.
Un nuevo estímulo al final del túnel, algo que no requiriese
estar tan pendiente del crono.
Entonces tomó forma, y se tornó objetivo.
Lo siguiente fue convecer al resto del Felpator´s Team.
Pan comido.
La preparación en sí no ha sido fácil, meter tiradas XXL en
verano exige madrugar mucho, y bastante sacrificio. Algunas de ellas en el
pueblo (una incluso de 54 km desde Lillo a Chinchón en casi 7 horas), otras
sobre el terreno: Cercedilla – Segovia y
Manzanares – Cercedilla, imprescindibles todas ellas.
Otras en la Casa de Campo (recuerdo dos tapias en solitario
a mediodía que imprimieron personalidad, y otras dos con Txamito); todo ello
creó una base suficiente para plantearte estar en la línea de salida de
semejante reto, o al menos la confianza para afrontarlo.
Mucha gente experimentada me dijo que la tirada de 54
sobraba en mi preparación, que no me aportaría nada más que cansancio a un mes
de la prueba. Hoy puedo decir que ha resultado vital; aquellas 7 horas en
solitario tirando de coco resultaron una antesala de lo que podría encontrarme
este sábado, y así fué: durante mucho tiempo viajé solo, y no tuve ni un solo
pensamiento negativo porque todo me era familiar, y los momentos en que estuve
acompañado, me resultaron por tanto deliciosos.
La mala noticia, a una semana de la prueba. Esther se caía
del cartel por fuerza mayor y el equipo de 3 se diluyó cual azucarillo.
La noche anterior no puedes apenas dormir por los nervios.
Hay que preparar además estratégicamente algunas mochilas para diversos puntos,
cosas que tienes que llevar encima: Barritas energéticas, geles, chuches,
frutos secos, isotónico, vaselina…; hay que cuidar minuciosamente cada detalle,
una falta de previsión puede dar al traste con tu objetivo. Me fuí a la piltra
pasadas las 1:00 AM tras revisar todo varias veces, y había que levantarse a
las 5:00 AM.
En Plaza de Castilla, finalmente con una sola idea en la
cabeza.
Acabar la prueba de fondo más exigente, y a poder ser, con
una sonrisa.
Saludos con amigos y gente conocida, todos con esa extraña
mirada, eufórica, nerviosa e incierta, ante la burrada que se nos avecina. Las
previsiones meteorológicas daban 22 – 23 grados y nublado en la zona central
del recorrido (la más expuesta), perfecto para correr, a priori. El día
amaneció fresco pero soleado desde el inicio, presagio del tostadero que nos
encontraríamos algunas horas más adelante, camino de la pista de La Barranca.
Los primeros metros transcurren andando, esperando a que los
mil inscritos despeguen. Las bromas se suceden: “Yo ya estoy cansao”, “Animo
que ya queda poco”, eran frases habituales.
Tenemos algunos amigos que no están inscritos, pero tienen
previsto acompañarnos en algunos tramos: Nemo lo hará en dos sectores
(principio y fin), Cristina y Héctor quieren correr hasta Mataelpino (50 km),
Noemí quería engancharse desde Manzanares el Real, y a partir de Mataelpino y
hasta Cercedilla, Noelia.
Primeros metros junto a Jumping Héctor |
Todo un lujo, tener amigos que dediquen su tiempo libre de un sábado a acompañar a una panda de mataos en su locura.
Trotiandando, vamos avanzando. Vamos muy despacio, pero no
me preocupa en lo más mínimo: esto es muy largo, y todo lo que ahorre ahora, me
vendrá bien para después.
Mi amigo Angelito, con el que he compartido buena base de mi
preparación, se va despegando progresivamente. Tentaciones tuve de seguirle,
pero decidí quedarme con el grupo.
Bajada a Tres Cantos, cortesía Cañorroto |
No fue así.
En realidad incrementé el
ritmo, más o menos a lo que había venido entrenando.
Llegar a Colmenar Viejo no es fácil, porque ves el pueblo a
lo lejos estando en alto, luego hay que bajar a una hondonada de chopos y
remontar en poco tiempo 200 metros de desnivel, y con 28 grados y más de 25 km
en las patas, ya empieza a notarse.
Parada en los Boxes del Polideportivo de Colmenar Viejo (Km
26,8), nuevo sellito y repostaje. Poco después, mis compañeros aterrizan. Aprovecho
para sacar de la mochilita que subí al camión, un mini botecito de protección
solar del 50, para embadurnarme hombros y cara.
Hay que beber mucho y cada poco, también voy comiendo
frecuentemente nueces, pistachos, gominolas, según me apetezca dulce, o salado.
La parte que atravieso ahora es bastante inhóspita y
expuesta, hay mucho sube baja, piedras, raíces…, hay que estar muy atento para
no darse un galletazo que pueda fastidiarte el objetivo. Voy rapidillo, algunos
kms por debajo de 6´, pero sin desgaste aparente. No tengo referencias de
Angelito (el hombre que se colocará un sombrero de paja en Manzanares), pero
creo estar un poco mejor que él, y deberíamos encontrarnos en algún punto.
Llegada al control del Puente Medieval (+- Km 34), con un
sol de narices. Creo que no paré ni dos minutos; sello, repostaje, aquarius de un trago y
palante.
El terreno se va empinando para encarar Manzanares el Real,
ese pueblo al que llamo “mi refugio”.
Llegar a las estribaciones de La Pedriza
del Manzanares por cualquier medio es siempre espectacular, pero hacerlo
corriendo en la Madrid-Segovia, viniendo desde Colmenar, es sencillamente
sobrecogedor. Recuerdo en este tramo llevar el MP3, y estar sonando el “Love
Thing” de Joe Satriani…, la de cientos de veces que habré escuchado antes esa
canción, y ahora la vuelvo a escuchar y no puedo quitarme la imagen de La
Pedriza al frente y el Embalse de Santillana a mi derecha de mi cabeza.
Repostaje en Manzanares el Real, junto a Noemí |
Noemí me acompañará en los 8 km hasta Mataelpino, bastante
duros por la hora, calor, y porque ya llevo más de un maratón en las piernas.
Ella está fresca e imprime de inicio un ritmo que no puedo seguir, le insto a
bajarlo un poquillo. En las rampas ya hay que andar para ahorrar energías,
todavía queda más de la mitad de carrera y lo más duro.
El tramo se me hace bastante ameno, Noemí es una gran
conversadora. Me va contando su experiencia en esta misma carrera hace un año,
y me va dando consejos. ¡Hasta me recitó una poesía propia a los pies de La
Pedriza, que me puso los pelos de punta !.
Imagináos la situación: ¿Sería
posible que alguien os recite una poesía en ese lugar y a esa hora, fuera de
este contexto?
Llegada a la Plaza de Mataelpino (Km 49,8), espectacular el
avituallamiento (chocolate, membrillo, fruta, isotónico, bizcochos…). Pero lo
mejor fue un caño del que manaba un agua serrana fresquita, que me supo a
gloria bendita.
Me despido de Noemí (gracias de corazón), y enfilo el punto
chungo del día: La Barranca.
Esperaba encontrarme aquí a Noelia, pero ni rastro. “Que no
me toque esta parte solo, por Dios…”
De estas que se me ocurre mirar el móvil (tropecientas
llamadas perdidas), y me llama por teléfono: “Estamos en Mataelpino, ¿por dónde
vas?”.
La Virgen de Nuestra Señora de La Barranca se me había aparecido.
“Saliendo de Mataelpino, ¿dónde estás exactamente?”. “En la
carretera que va hacia El Boalo, continúa y nos verás seguro”.
Aquello me tranquilizó sobremanera, llevaría compañía en el
peor tramo posible.
La Virgen estaba con El Espíritu Santo (el amigo LuisFer
Kiprono). Los 15 kms hasta Cercedilla fueron el mejor recuerdo que guardo de la
carrera. Ir acompañado de Noelia (psicóloga clínica y novia de Nemo – psicólogo
deportivo), y LuisFer (buena persona hasta decir basta), es lo mejor que puede
ocurrirte en cualquier situación, un seguro de vida si te derrumbas…,pero si encima
te encuentras con ellos en la Madrid-Segovia camino de la Barranca es entrar en
el Nirvana.
Kiprono de la Vara sus va a crujir vivos |
Para colmo, resultaron ser unos frikies de José Mota, personaje con el que me descojono con su sola presencia, así que podéis imaginaros sobré qué versaron los chistes y chascarrillos en la Barranca.
Noemí & Malapeich con embalse bucólico pastoril al fondo |
Avituallamiento y bajada por Navacerrada, con bucólicos paisajes, fauna local…, en la sillita la reina de estos monstruos que fui montao hasta Cercedilla (km 65), así la gente flipaba diciéndome: “qué bien vas”, oño, es que fue espectacular…, ¡¡¡ para otro año les contrato ¡!!.
Para colmo, allí me entero que mi amigo Carlos Micra acaba
de ganar la carrera en 9 horas y cuarto ¡!!. Es alucinante, me alegré tanto
como si hubiese ganado yo.
Llegada a Cercedilla junto a los Santos foto cortesía Carlos Velayos |
La parada más larga sirve para saludar a todos los amigos que se desplazaron al Polideportivo de Cercedilla, fue increíble el despliegue…, prefiero no nombrar a ninguno para no dejarme a nadie, sería injusto. Sólo puedo deciros a tod@s ¡¡¡ GRACIAS por estar allí ¡!!, rellené mi morral del avituallamiento más valioso: Los ánimos necesarios para continuar la aventura, todavía me quedaban 36 kms por delante con un puerto de montaña, en cuya subida me caería la noche con toda seguridad.
Abracé y besé con fuerza a mi hijo.
Aprovecho para meterme en vestuarios y cambiarme totalmente
de ropa, comer algo del paellón gigante que hizo la organización, me supo a
gloria poder comer algo caliente y sólido.
Algunos de mis compañeros van llegando con cuentagotas,
todos con el gesto del esfuerzo hasta ese momento, van contando su hazaña,
mientras dejan caer sus maltrechos cuerpos para descansar.
Me pongo la camiseta Tapiera recién sacada del horno, con los logos de mi empresa
cosidos in extremis por mi querida suegra para la ocasión, me despido de la
gente y pongo la directa, rumbo al puerto de la Fuenfría.
Mi estado físico es inmejorable, y mi estado mental es de
euforia absoluta. Son casi las 7 de la tarde, el calor ha pasado, y toca
predisponerse mentalmente a superar los más de 600 mtrs de desnivel que restan
hasta enfilar Segovia.
Salgo de Cercedilla con Arturo, un voluntario que ya ha
subido y bajado la Fuenfría varias veces en MTB, dando ánimos e indicando el
camino a los corredores. Agradecí muchísimo su compañía hasta pie de puerto.
A partir de ahí, los elementos y yo.
Mis piernas, respiración, las duras rampas, las coníferas,
lechuzas, algún jabalí que se cruzó…, y mi determinación de seguir adelante. Disfruté
como nunca de los colores y olores del crepúsculo, el ocaso en plena ascensión
por este lugar tan especial es algo indescriptible, una situación que viviré
pocas veces, y que se me quedará grabada para los restos.
A 3 kms de cima, ya es noche cerrada. Enciendo ahora lo que
necesito del material obligatorio (luz frontal y luz trasera), el resto de
material (manta térmica y silbato), espero no tener que abrirlo.
Mie-di-to |
De vez en cuando, dos luces refulgentes en la oscuridad…,
hasta que te acercas y te das de bruces si no te apartas con alguna inmensa y
cornuda vaca negra en medio del camino, más fauna local.
Fue en este punto donde llamé a mi amigo Nemo, quien había
quedado en acompañarme desde cima hasta meta. Él había salido con nosotros por
la mañana, llevado a Noelia a Mataelpino por la tarde, estado con nosotros en
Cercedilla…, y después de eso subió hasta Navacerrada, corrió el Camino de
Schmidt unos kilómetros en absoluta soledad y oscuridad, para llegar a la cima
de la Fuenfría y encontrarse conmigo.
Yo no sé cómo definirlo exactamente, pero entiendo que todo
eso se hace por alguien a quien has de apreciar mucho. Es increíble los lazos que pueden llegar a
establecerse con alguien a quien sólo conoces desde hace tan sólo 4 años, pero
él y yo sabemos todo lo que hemos vivido y compartido, que es muchísimo.
Gracias de corazón hermano, por estar allí aquel día para
mí.
Llamé como decía a Nemo (acojonado en primera instancia
porque sólo había una raya de cobertura):
“Estoy a 3 kms Jose, me lo acaba de decir un voluntario.
Calculo que tardaré 20 minutos, voy muy despacio”.
Fue más de media hora finalmente, lo que tardé en coronar.
Algunos voluntarios y dos amigos, Jorge y Jose.
Fué como salir del Sputnik y encontrar familia en la Luna.
Hay caldito, y algunas magdalenas en el punto de
avituallamiento. Le pego un par de bocados a una, pero no me entra nada.
Soy de los que piensa que hasta el rabo todo es toro, y
hasta que no ves la bandera a cuadros, no has llegado. Pero estando arriba del todo, y llevando en
ese punto 80 kms recorridos, es cuando tomo conciencia de que lo voy a terminar
seguro.
Además, tendré a Nemo a mi lado durante 22 kms como
acompañante de lujo.
Con mi amigo en pleno descenso |
Alumbrando el camino |
Un hombre y un destino |
Quedan unos 11 kms, muy peligrosos por lo quebrado y
pedregoso del terreno.
Sólo nos queda un empujoncito más, y ya estamos…!!!
Esta parte es un reguero de gente, que empieza a correr, sin
ya pies ni cuerpo, espoleada únicamente por la cercanía de Meta.
Incertidumbre en algunos
tramos, no muy bien señalizados.
No puedo ir rápido, es imposible. Mis músculos están
acortados y mis pasos son los de una anciana decrépita…, me duelen ya hasta las
pestañas, pero sonrío.
Es lo que deseaba por la mañana: ¡¡¡ Entrar en Segovia sonriendo ¡!!, mi fiel amigo
Nemo inmortaliza el momento.
Callejeo por Segovia, la entrada en meta es muy espaciada de
un corredor a u otro, y eso permite que cada uno tenga su momento de gloria
exclusivo.
Metaaaaa !!! |
A continuación, caras conocidas pese a las altas horas: Piedad, Carlitos, Cris Morell, Noelia,
LuisFer, Angelito (el hombre de paja), quien se bajó inteligentemente en
Cercedilla… GRACIAS a todos ellos por
estar allí para nosotros.
El bocadillito de jamón serrano cutre (que me supo a caviar
iraní), y los abrazos de mi gente, me hicieron reponerme casi de inmediato,
pero no lo suficiente como para ir a recoger la mochila al polideportivo (700
mtrs en cuesta arriba)…, menos mal que Piedad y Noelia fueron a recogérmela.
Ellas no eran del todo conscientes, pero creo que es el mejor favor que me han
hecho nunca ¡!!!
Poco más tarde, el resto de la Expedición: Txamito, Zero,
Sandp y ….Héctor, quien se cascó finalmente los 102 sin tenerlo planificado y
sin dorsal ¡!!
Emotiva la entrada y los abrazos de todos ellos:
FELICIDADES, CHICOS.
Después de aquello, merecida cervecita y pal Hotel. No os
cuento como caí a la cama, por poco la destrozo.
El día siguiente fue el de no poder bajar escaleras, el de
andar como las muñecas de famosa, y que la gente se dé codazos señalándote y
riéndose.
Pero el cochinillo y los judeones de la Granja cayeron con
total impunidad, y saben mejor.
Mucho mejor.
Me preguntan si repetiré la experiencia.
Sólo hay una cosa
que eché en falta; abrazar a mi mujer tras el Acueducto; un beso al anillo de
casado es un acto tan frío como manido.
Así que no me queda más remedio que repetirlo en 2013, para
poder cerrar el Círculo.
Sono pazzi questi romani (Están locos estos romanos), que
diría Obélix.
Bendita locura.
Por eso construyeron un Acueducto.