miércoles, 29 de abril de 2009

Volver


Tranquilos, que no voy a hablar hoy del cine de Almodóvar, del que por cierto no soy muy devoto. El título del post viene a cuento de la posibilidad de volver a entrenar tras el parón por lesión en el maratón de París.

Tras cuatro infernales sesiones con mi fisio de confianza, en las que estuve contemplando Andrómeda, Draco y la Osa menor sin salir de la consulta, este domingo, ventiun días después del día de autos, eché mi primer trotecillo.

Treinta minutos muy suaves en el pueblo, con buenas sensaciones y cero molestias.

Dejé un día de impás, y ayer por la tarde repetí la secuencia en la CDC. Fue algo más largo, pero igual de ritmo, con malas sensaciones en general, muy cansado. No sé si sería que ya empieza el calor, que he engordado un par de kilos, que me falta fuerza en las piernas.... o todo ello a la vez. Hay que ver lo que cuesta pillar un pico de forma, y qué pronto se esfuma en cuanto le das un respiro al cuerpo. El caso es que acabé hecho polvo, me encontré al bueno de Mildo en el Cagigal tras la sesión, que puede dar fé de ello.

Aunque lo verdaderamente importante, es que parece que estoy recuperándome correctamente. El aquiles, y las tendinitis varias que me causé por pisar mal en la fase final del maratón, ya no molestan, siquiera en el demencial mortirolo, y eso ya es mucho decir.

Estos días son decisivos para determinar el alcance mi recuperación. Salir en días alternos, muy suave y evaluar dolores / molestias. De momento todo viento en popa, cero molestias y tocando madera.

Deseando volver.

sábado, 18 de abril de 2009

Maratón de París 2009 - EL TOCHAZO



PREVIO


Madrugón de los de antes (3:30 AM), y a Barajas. Todavía con los ojos pegaos, facturamos equipaje, y a la sala de embarque. Todo facturadito menos mi mochila de correr, con la ropa, Fore, zapatillas..., esa conmigo hasta en el vater.
9:15 AM, aterrizaje en destino. Mañana fresquita en París; un tímido solecillo quiere asomar, pero no acaba de atreverse. Las previsiones para mañana son iguales al día de hoy, perfecto para correr.
Como no entramos al apartamento hasta las 12:00, decidimos pasar por la Feria del Corredor para recoger dorsal y chip, y una preocupación menos.

Ambientazo en el Pabellón de la Puerta de Versalles; miles de corredores de todas las nacionalidades deambulan por el recinto dorsal en mano, probándose zapas, recogiendo folletos, pulseras, geles, glucosas..., todos con esa inefable expresión en el rostro, mezcla de ilusión y nerviosismo, inequívoca de que algo grande acontecerá en pocas horas.

No me entretengo mucho en la feria, porque lo único que llevo en mente es descansar. Ya dorsalizado y chipeado, cogemos nuevo taxi rumbo a Le Marais, el barrio parisino en que se asienta nuestro apartamento, cuartel general de los próximos siete días.

La radio del taxi sonando en francés, y los carteles de la autovía en el mismo idioma, despiertan en mí un aletargado y exótico sentimiento, reminiscencias de mis cuatro primeros años de vida en Lyon, supongo. Los veinte minutos escasos que dura el trayecto transcurren, absorto e invadido por esa sensación y el sol, que aparece por momentos infundiendo alegría en las sombrías calles parisinas, acompaña y refuerza esos mágicos momentos. Embriagado de una inexplicable paz interior, cierro feliz el trance pensando en la carrera de mañana, a la que aguardo con inusitado optimismo en este precioso momento.

Menos mal que el casero habla inglés... ¡ menudo marrón !. Parece mentira que de pequeño sólo hablase francés, y ahora no recuerde absolutamente nada. Sólo ese “aletargado y exótico sentimiento”, pero de gabacho, ni papa.

Preguntado al respecto, nos recomienda para comer un Italiano a escasos 200 mtrs, en Rue de Rambuteau. Little Italy se llamaba, excelente relación calidad precio; altamente recomendable.



Siestecilla, piennas parriba, duchita, e incluso hielo en el aquiles izquierdo, que aunque no me duele, me molestó un poco en el rodajillo del domingo pasado. Todo por si acaso, que además llevo desde el miércoles descansando del todo.



Pasta a go-go para cenar, acompañada de Powerade, y con efecto boa me voy al catre, no sin dejarme perfectamente preparado antes, todo el ajuar carreril en la mesita.

No extraño la cama ni me desvelo; duermo como un bebé.

El sonido pregrabado del nene dando voces, suena en mi móvil.

Es la hora.

Hace fresco en la calle; tengo decidido que correré con manga larga ajustada como primera capa, y camiseta de tirantes encima. Guantes, mallas cortas y medilast, completan la equipación. Y mis Saucony Tangent, por supuesto. Los compeed para evitar las seguras ampollas, perfectamente adheridos desde el día anterior. Vaselina en los dedos de los pies. Esto es un maratón; nada queda al azar.

Dos pegatinas pequeñas con la bandera española que compré en una gasolinera de Getafe, fueron cuidadosamente pegadas, una delante y otra detrás por mi suegra el día anterior. Estamos en el extranjero, representando a nuestro país.

Billete de metro adquirido desde el día antes, 20 Euros al bolsillo y bajo al trote hasta la estación de metro Hotel de Ville, a unos 300 mtrs del apartamento, que me llevará hasta la estación Charles de Gaulle Etoile, Arco del Triunfo, para más señas, dónde está ubicada la salida.

Son las 7:00 de la mañana y el metro está cuajado de corredores. Franceses, alemanes, chinos, suecos, ingleses…, todos con la misma inefable expresión. No hay palabras; las cómplices sonrisas y miradas son lenguaje universal. Somos legión hacia el arco del triunfo, otrora orgulloso de la victoria en Austerlitz, hoy testigo excepcional de 37.000 almas en busca de su particular gloria.
Si no has estado nunca en París y vas a correr el maratón, salir a superficie y encontrarte de sopetón con el arco del triunfo es algo espeluznante.

La mole de 50 mtrs de alto por 45 de ancho, preside los campos elíseos con majestuosa grandiosidad, y los dos siglos de historia que lo contemplan, sus acontecimientos pasados y su singular significado inducen a pensar que hemos venido aquí a hacer algo grande.

No soy torero, pero supongo que triunfar aquí es como salir por la puerta grande de las Ventas. El Arco del triunfo más grande del mundo es testigo de tu victoria, en la más grande.

La rehostia.

Estos pensamientos me toman tres sabáticos minutos, contemplando embobado el arco. Acto seguido, tomo campos elíseos a la izquierda, en busca de una cafetería. En el camino, los pensamientos de ayer en el taxi se funden con los de hace un momento, formando un eufórico y delicioso cóctel, que desembocan en un par de lágrimas de emoción.

Os lo juro.

Café calentito, alargando un poco la estancia. Estar de pie, lo menos posible además hace rasca afuera.
La hora de salida se aproxima y me dirijo a mi cajón de 3h 15´. Un detalle que me pareció bastante acertado, es que habían servicios portátiles dentro de los mismos cajones de salida, permitiendo entrar a tu zona con bastante antelación sin temor al pis de última hora. Como ya hay bastante gente, se agradece el calor humano a la intemperie.
En este cajón hay de todo. Como no piden justificación de marcas, supongo que la gente pone lo que le da la gana, con el fin de salir lo más adelante posible. Habían dos abuelillas junto a mí con el dorsal de 3h 15´, que parecían sacadas de las Chicas de oro

Y por fín, llegó el anhelado instante. Día D, hora H. El momento esperado, las 8:45 AM.
Un espigado y anodino speaker hace la cuenta atrás en francés, y suena el pistoletazo que hace estremecer París: 74.000 piernas patean con estruendo y sin piedad el añejo empedrado, Campos Elíseos abajo rumbo a la plaza de la Concorde.

Difícil abstraerse del entorno, la emoción y la bajada; había que estar muy concentrado para no hacer unos rápidos kms iniciales que pudiese pagar después. El mister precisó el ritmo entre 4´30´´ - 4´35´´ hasta el km 32, y a partir de ahí, licencia para matar.



El obelisco de la Concorde deriva en Rue Rivoli, la avenida se estrecha y empiezan las apreturas. El Louvre insigne contempla imperturbable nuestro paso firme, paralelos al Sena, devorando los primeros kilómetros de nuestra aventura.




Éstos discurren con tranquilidad, sin esfuerzo ni desgaste, a bloque de un numeroso grupo que te lleva en volandas, jaleado entre vítores de la animosa muchedumbre que flanquea esta mañana las calles parisinas. Km 5 en 22´53´´, @ 4´35´´ clavados, en terreno favorable.

Vamos perfecto.

El grupetto toma La Bastilla, con idéntica firmeza al oprimido pueblo dos largos siglos atrás, presto a visitar el frondoso paraje del Bois de Vincennes, al este de la ciudad. Previo a ello, simbólico paso del Km 10 en 45´40´´, seguimos perfecto y sobre lo previsto.

Km 15, dejando el Chateau a nuestra izquierda, en 1h 08´10´´ (@ 4´33´´ acumulado), el ritmo ha subido algo pero estamos dentro de lo establecido y sobre lo entrenado, las sensaciones son perfectas y no hay nada de lo que preocuparse. El primer tercio de carrera está cubierto sin bajas, siquiera superficiales.
El sol asoma, aunque tímidamente. Los que llevaban ritmo ajeno, empiezan a pagar aquí el primer peaje. El grupo empieza a perder unidades. En el momento que empiezo a preguntarme andeandará el globo de las 3h 15, lo veo en un giro, unos 300 mtrs por detrás.

Km 18, momento clave del día. Empieza a molestarme bajando Vincennes, el tendón de aquiles. Es exactamente la misma molestia que tuve en el rodaje casacampero de la semana pasada. Mientras sólo sea molestia, no hay problema.

Media maratón en 1h 35´22´´ (@ 4´31´´ acumulados), el ritmo ha subido sensiblemente, pero creo que ha sido en estos últimos 5 kms, el terreno era bastante favorable. Seguimos sobre el guión. Y salvo la mínima molestia que llevo, las sensaciones son inmejorables.

Pasada la zona más pesada del recorrido, equivalente a lo que supone psicológicamente la CDC en Mapoma, salimos de Vincennes para volver a entrar en París tomando nuevamente La Bastilla, y bajando a la ribera del Sena rumbo a la Torre Eiffel, donde aguarda un punto de coco crucial en el maratón: el Km 30.

Km 25 en 1h 53´10´´ (@ 4´32´´ de media), seguimos de lujo. La molestia sigue ahí latente, pero no pasa de eso. Me tocan por detrás, y se presentan dos chavales de Valladolid, gracias a la banderita de la retaguardia, que van para 3h 10´. El grupetto principal se hizo pedazos hace rato, así que decido hacer tándem con ellos. Km 26, a la altura de Notre Damme. Aquí deben estar Cristi, Magda y el nene, pero pese a que me animan y paso frente a ellos, no les veo ni les oigo (llevo los cascos puestos). Según mi mujer iba como un tiro y con muy buena cara, por lo que una vez pasé, cogieron decididas el metro hasta el arco del triunfo, donde habíamos quedado en torno a las 12:00, si todo iba según lo previsto.

Y hasta entonces, miel sobre hojuelas. Salvo la pequeña molestia, perfecto de piernas, coco y caja. Recuerdo en esos momentos las palabras de Felipeno quiero que fuerces hasta el 32K, a partir de ahí no guardes, a saco”, visualizando incluso la última parte, ritmo a llevar y mi entrada triunfal en meta.

Nada hacía presagiar lo que iba a suceder a continuación.


“AQUILES, EL GUERRERO”

Km 28, tunel del fatal deselance de Lady Di. Asqueroso y claustrofóbico. Y largo de narices. El fore pierde toda la cobertura, aunque a decir verdad, a estas alturas voy sobre raíles y de poco me sirve. Empieza a clarear al fondo, se acaba.

Según salgo, trallazo en el aquiles.

Me deja seco. El dolor es insoportable.

Paro un momento en la cuneta, para intentar estirar. El dolor se agudiza. Cambio la postura del estiramiento, pero todavía es peor…

Me quedo unos instantes parado, dejándolo descansar. Parado no duele.

Pero cuando intento retomar de nuevo la carrera…, me duele horrores. Imposible mantener ritmo y cadencia anteriores sin ver las estrellas.

Paro otra vez. Lo intento de nuevo y…
Se acabó, tomo conciencia de ello en este preciso instante. Me cago en su puta calavera, maldita sea mi suerte. No sé la cantidad de tacos que pude soltar por mi boca en un minuto, pero seguro que estuvo bastante cerca del Record Guiness.

Amoavé Paquito, serenidad.
Tenemos dos opciones:

1. Retirarme. Sin duda y en ese estado, la más coherente. Además, llegar a la zona de meta desde donde me encontraba, en las inmediaciones del Km 30 hubiese sido bastante rápido, desde el cruce con la Avenue Marceau hasta la Plaza Charles de Gaulle, apenas 600 mtrs andando, sin sufrimiento. Y se acabó.
2. Acabar la carrera, como sea. Andando, al trote o a rastras, pero acabar. He venido hasta aquí para hacer esta carrera, estoy en el extranjero, y no puedo huir como un conejillo asustado.

Insensata, pero la segunda opción toma cuerpo. Me pongo a ello. Ando un poco antes de intentar trotar, tanteando el terreno. Andando no duele demasiado. Intento trotar. Doler, duele (José Mota dixit), pero es soportable.

El ritmo es patético, abuelilla total. El km 30 está ahí delante. Llego a duras penas, y veo un rayito de esperanza en un frasco de Radiosalil o similar (estaba escrito en francés) que llevaba en la mano un voluntario, a nuestra izquierda, la Torre Eiffel, inconmensurable observa atenta la escena.

El chaval a mi demanda, rocía cual grafittero a Aquiles el guerrero pero es inútil, está muetto.

Ya no hay electroshock que valga.

El rayito se apaga inmisericorde, cual vela cumpleañera, y con semblante taciturno me dispongo a afrontar los últimos 12 kms de carrera, a la supersónica pero indolora velocidad de …tachán: 7 min / km. Km 30 en 2h 17´41´´ (@ 4´35´´ acumulados, todavía en números), en pleno apogeo y ya puestos me paro a mear.

Relatar los kms restantes es querer ahondar en porca miseria, echar limón en herida abierta.

Como nota humanitaria, destacar mi ayuda a levantarse, a un corredor que cayó en el 37 destrozado por los calambres. Muy dolorosos los adelantamientos de los globos de 3h 15´ primero, 3h 30´ un poco más tarde, y especialmente tocahuevos el de 3h 45´ a tan solo 1 km de meta, totalmente impotente ante tan surrealista e insultante escena.

Por último, simbólico paso junto al banco de la escena de Robert Langdom y Sophie Neveu en el Bois de Boulogne (El Código da Vinci), justo antes de enfilar la meta a través de la Avenue Foch, empedráhastalastrancasqueterminódedejarmeelputoaquilesalavirulé.

3h 46´34´´ en meta, casi hora y media para completar los últimos 12 kms, pa´bernos matao.


Media hora de retraso sobre la hora prevista, más otra media que tardo en salir del atolladero, desembocan en las 13:00, hora límite que puse a mi mujer, supongo bastante preocupada, para que me esperasen en la Avenue Hoche, opuesta a meta.

Muy penoso debió ser, verme cruzar la plaza Charles de Gaulle, híbrido Chiquito la Calzá/Fraga Iribarne, entre una monumental pitada y provocando un atasco de aúpa, para poder llegar antes de que se fuese mi familia al apartamento.

Y allí estaban, bandera española en mano, esperando mi tragicómica llegada. Ordeno de inmediato guardar la bandera, pues al no haber triunfado no ondeará hoy bajo el cielo parisino.


La foto con el arco del triunfo al fondo, de rigor y meramente testimonial.






Como conclusión a este tochazo infumable, he aprendido en este mi segundo maratón, que la preparación, el entrenamiento, la alimentación, el descanso, precauciones, los pequeños detalles...; son meros ejercicios para minimizar riesgos. El día de autos, aunque creas tener sujeta a la bicha, es posible que te atice por donde menos te lo esperas, y has de estar mentalmente preparado para eso.
El maratón es siempre una moneda al aire.

Pero ahí reside su maldita gracia. Por eso saben especialmente amargas las derrotas, y rabiosamente jubilosas las victorias. Esto último lo supongo, porque todavía no he vivido esa sensación.

A la tercera será, supongo.

Epílogo:

Como ya ocurriese en Troya, el invencible Aquiles sucumbió ante Páris, el guerrero esmirriado; mi inexpugnable, rocoso y bien entrenado aquiles fue vencido y abyecto por el asfalto de París.

Curioso, pero al día siguiente se me rompe al quitarme la camiseta cruzando un puente, la pulserita amarilla Livestrong que lleva acompañándome desde que empecé a correr en mi muñeca derecha, perdiéndonse irremisiblemente en las profundidades del Sena.

Hoy, catorce días después del día de autos sigo lesionado. Con una supercompensación del quince.

¿Mala suerte ?

No lo sé. Pero París ha contraído demasiadas deudas conmigo.




Y pienso cobrármelas. Principal e intereses de demora.





Saludos y buenas noches.

jueves, 2 de abril de 2009

París en el horizonte


Parecía que no llegaría nunca este momento, desde aquel día de Noviembre que decidí inscribirme.
Esta semana ha sido bastante atípica; no he vivido apenas los nervios típicos que se presuponen en la semana de maratón, en parte porque he estado bastante absorbido por el trabajo. Aunque creo que me ha venido hasta bien.

Hoy, que he conseguido descargarme un poco, ha empezado a entrarme el gusanillo, al echar un vistazo al foro, gracias a los inmerecidos agasajos en forma de pareado, de los que he sido objeto por parte de mis amigos. En esta página el de Jorge (Pardillete), y en esta otra los de Jesús, Leandro, Pedro y Carlos (Zero, Lander, Jordan y Darth Vader).
Sencillamente GENIALES.
Sin olvidarme de todos aquellos que me han llamado en estos días para desearme suerte.

Muchísimas gracias chicos, sois de lo mejor que me ha pasado nunca.
Y bueno, como decía al principio, llega el maratón. Atrás quedó la estupenda temporada de invierno, en la que hemos hecho buenos diezmiles y medias. Desde enero, subida brutal de kilómetros que se han hecho especialmente duros en este crudo invierno: series y tiradas largas por doquier, formando el todo del exigente plan del mister, cumplido a rajatabla, sin saltarme un punto ó una coma, como es costumbre.
Las marcas auguran que podría hacer algo menos, pero el mister y la sensatez dicen que salga a por las 3h 15´ pactadas. Y yo que soy muy buen mandao, me aferraré al guión y disfrutaré de esta ocasión única que me brinda un maratón como este, en el incomparable marco de la ciudad de la luz.
Después del maratón me quedaré la Semana Santa en París, haciendo turismo y dedicando a los míos el tiempo que merecen.
Cuando aterrice por Madrid, para bien o para mal: Cronicón al canto.
¡ Aur Revoir, amis !